Introducción de La siesta inolvidable 2007

Introducción original
Introducción especial de Carlos Barragán

miércoles, 23 de abril de 2008

Cortina de humo

Este artículo ha sido enviado por nuestra amiga Sandra Alfonso que lo ha tomado del programa Argentina al diván, que ya no se emite.

Cortina de humo

Suele decirse en otros países latinoamericanos que a los argentinos se nos suben los “humos”. Nunca pensamos que se verían así.

Como fuere, nada mejor que este humo como ironía –o tragedia- de nuestra realidad -o estado psíquico-. Es que precisamente este humo -que nos seca la garganta, nos irrita los ojos, nos ahoga, nos enferma y entorpece- es lo que deberíamos ver y no vemos porque existe el humo. Entonces… Lo que nadie puede negar es que estamos ante una auténtica cortina de humo. La cortina de humo que tapa el humo, su razón de ser, la mano que incendió su fuego y sus tibios intentos de apagarlo.

Si el sentido común no se ve afectado por efecto del humo, creo entender que el humo que nos afecta es lisa y llanamente una invasión por aire -si es que el aire que respiramos sigue siendo de uso público- a, por lo menos, 10 millones de personas, sin distinción de clase. Y que el Estado es -como nunca antes tan evidente- un reflejo de nosotros y nuestras charlas de café -la señora Cristina, como una ciudadana más estuvo hasta ayer sin conocer el nombre de los causantes del humo, se indignó y los tildó de irresponsables-. Los medios masivos se sienten en su salsa: están acostumbrados a echar cortinas de humo y entonces dejaron al humo que eche su cortina y durante días siguieron haciendo más visible otras cortinas aun cuando nadie podía dejar de ver lo más visible: el humo. Y cuando no hubo más remedio que mostrar el humo, mostraron el humo sin atravesar la cortina.

Nunca una mejor metáfora de nuestros tiempos, o mejor dicho, una metáfora más obvia e ineludible: lo único que vemos es el humo y nunca, detrás de él, a quienes lo provocan y lo expanden, justamente para que no se los vea. ¿A quiénes? ¿Qué hay que ver? ¿Será que uno se volvió paranoico? ¿O que de tanto humo que venimos tragando de lo único que podemos hablar es del humo?: “Qué loco el humo, eh”.

Entonces... ¿qué es lo que sí podemos ver? Que los innombrables -porque no sabemos fehacientemente quiénes son-, nos invaden, nos contaminan, nos enferman, nos ahogan y además se esconden tras el humo. Que no hay nada más humillante (más allá de los daños concretos y reales: más muertos en las rutas, asmáticos internados, niños con dificultades respiratorias y más interrogantes sobre consecuencias a futuro) que tamaña impunidad simbólica. Y que no hay nada más triste que la sociedad acatando tamaña impunidad –nadie salió a batir cacerolas-. Que ya no se trata sólo de basurales asesinos en González Catán, o de gatillos fáciles, que ya no se trata de la clase media en su propia tragedia de complicidad y muerte al volante, o de la represión más escandalosa. Se trata de la naturalización de la impunidad del poderoso, con un ingrediente más: que la misma arbitrariedad es al mismo tiempo escándalo y ocultamiento. Demostración e invisibilidad. Es humo: veneno y tapón. Eso sí se puede ver desde este lado de la cortina de humo que no a muchos les interesa atravesar. Porque a pesar de no respirar bien, estar de este lado de la cortina de humo tiene su encanto: “¡Parecemos Londres!”.

Marcelo Cotton

1 comentario:

  1. Bárbaro, pero... ¿alguien sabe finalmente quiénes son los culpables? ¿Y por qué lo hicieron? Sigue la cortina de humo, muchachos.

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