Carlos Barragán y una tarde Negra

Me pidieron que avise y no avisé hasta ahora. Pero aviso:
Estoy a un par de horas de volver con mi maestra de aire: la Negra Vernaci.

No sé si será motivo de orgullo para la Negra que la defina como mi “maestra de aire”, pero es la verdad.

Empecé Tarde Negra desde el día cero, y yo sí con orgullo puedo contar que hasta tuve que ver con el nombre, que en realidad –nunca lo conté- fue una idea de Marina. (o sea que mi orgullo ahora pasa a ser una especie de vergüenza de impostor)

Yo estaba a cargo de los guiones, que ese es mi oficio oficial –perdón la cacofonía- y no participaba del micrófono. Pero bueno, al tiempo (no me acuerdo cuánto tiempo) un día no quedó nadie que la acompañara a Elizabeth en el piso y me dijo algo así como “Gordo, vos sentate ahí” (señalándome la silla frente al micrófono). Y fueron varios meses, sí: muchos meses, en que directamente no me salía la voz, o salía algo como un susurro ininteligible –más que ahora- sin volumen, balbuceante, y sin convicción, sencillamente por el miedo de estar diciendo una burrada o por no estar a la altura de la potencia y la destreza de mi conductora mezcla de bestia mamut y sutil prestidigitadora.

Es que para los que sabemos lo que cuesta hacer radio la Negra no es nada más que una simpática y divertida trangresora que usa muchas palabras groseras con gracia –como algún distraído puede pensar-. Antes que eso, y para poder hacer eso como ella lo hace, hay que saber y mucho, de climas, de tiempos, de progresiones, de tonos... es bastante parecido a lo que hacen los músicos de jazz cuando improvisan, y todos sabemos que solamente los que saben mucho, los buenos, conocen los secretos para que eso que no está escrito suene como si estuviera pensado y calculado desde antes.

Bueno, ¿y por qué terminé haciendo esta apología de la Negra Vernaci? Porque sirve para explicar que sin esos largos meses de aprendizaje en que ella me tuvo una incomprensible paciencia, ustedes no me hubieran conocido la voz estos años en Mitre.

Ahora estoy asustado, hablar en radio no es como hablar en casa o en la calle, y hace dos meses que no lo practico y no es fácil hacerles creer a ustedes que uno es más o menos ingenioso.

Disculpen si no avisé antes, pero la verdad es que después de la sorpresa que nos dieron con La Siesta me puse más que desconfiado con el futuro, así que apenas me animo a anticiparlo por algunas horas. O sea, hoy estaré ahí. Y se supone que así será tres veces a la semana durante el resto del año.

Gracias por todo esto, por darme este espacio donde encontrarlos y donde encontrarme también.

Carlos Barragán