Introducción de La siesta inolvidable 2007

Introducción original
Introducción especial de Carlos Barragán

lunes, 28 de enero de 2008

Miniprograma Nº 19 de la siesta inolvidable virtual

Consigna

La consigna de este mini programa es:

¿Cuál fue el hecho mas bochornoso que le tocó protagonizar?

Marcela de Mar del Plata


Bloque 1

Así nacía La Siesta Inolvidable.

nacimiento.mp3

Bloque 2

La siesta inolvidable de Jorge Halperín

Sigmund Freud (Segunda Parte)

Ayer empezamos a preguntarnos por qué celebramos esta semana los 150 años del nacimiento de Sigmund Freud si todavía está muy cuestionada la idea de que el psicoanálisis que él creó sea una ciencia. ¿Qué es lo que estamos celebrando? Celebramos el que Sigmund Freud haya abierto puertas a la percepción de cosas que hasta él no estaban tan visibles, que nos cambiara las maneras de pensar aún a aquellos que nunca se psicoanalizaron.

Contamos que a una discípula que lo comparó con una mezcla de Pasteur y Kant, Freud le advirtió: "Ser un gran descubridor no implica necesariamente ser un gran hombre". ¿Qué quiso decir Freud?, ¿a qué partes obscuras de su personalidad aludía?
¿Y cuál fue lo que alguien describió como “La gran tragedia del psicoanálisis”?.

Hay que desarmar, dice la española Isidora Reguera en el suplemento cultural del diario “El País”, el mito que Freud mismo y sus discípulos crearon de él, el oscurecimiento sistemático de su vida que buscaron, ¿para qué? Para trasmitir una imagen heroica. Es lo que llama Louis Breger "la gran tragedia del psicoanálisis", que al lado de logros geniales y valiosos en grado sumo, presentará la rigidez de un dogma, la opacidad de una escuela esotérica, la belicosidad y defensismo de un clan, donde lo que privó desde el inicio fue la "causa" por encima de la honradez, la teoría por encima de los pacientes, el método por encima de la verdad, la fantasía imaginativa por encima del trauma concreto, el simbolismo universal por encima de la interpretación individualizada.
Freud no visitaba cafés, no hacía vida social, sólo la calle Berggasse 19 y sus reuniones de los miércoles: maquinando una conquista teórica del mundo, como un malo de cómic. Un médico que entró en la Sociedad Psicoanalítica de Viena en 1909 la describió como "una especie de catacumba del romanticismo, un grupo osado y reducido, perseguido ahora pero dispuesto a conquistar el mundo". Casi un diminuto conventillo judío de novela negra.

¿Y todo eso por qué? Aplicándole sus propios métodos podíamos decir que detrás de la vida y de la obra del gran Freud está la sombra de su infancia oscura. Una infancia traumática, llena de penurias económicas, por ejemplo la insufrible estrechez de vivienda para una familia numerosísima como la de Jakob Freud, el papá: hacinamiento, intimidad ninguna). Una infancia de carencias afectivas (una madre siempre embarazada, a la que siempre perdía por culpa de nuevos bebés) y también de pérdidas efectivas dolorosas (su hermanito Julius, su queridísima niñera checa). A ello se agregaban temores y conflictos internos todavía más punzantes para el pequeño Sigi: nada menos que los conflictos que le causaban el deseo sexual que le inspiraba su madre y el temor a su padre y rival por esa causa. Represiones, complejos y carencias que no hacían de él ningún heroico guerrero edípico y que tuvo que superar después de algún modo glorioso. Para superarlos no tenía más que una mente brillantísima, una voluntad de hierro y una capacidad de trabajo "demoníaca" (Stephan Zweig), todas virtudes forzadas y reforzadas por las circunstancias. Dice la española: Había que salir del agujero de la insignificancia, en compensación, hasta lo más alto de la fama. Con sus armas sólo podía conseguirlo distinguiéndose por una genialidad teórica.

Y aquí le hacen una interpretación psicológica a Freud y al psicoanálisis: Según Breger, el psicoanálisis respondería a un intento de Freud de sobreponerse a la pobreza y las carencias infantiles. Digamos, como una generalización de sus vivencias. Sería como el gran relato de sus miserias: una reelaboración teórica de los acontecimientos de su niñez a partir de un autoanálisis continuo por el que fue convirtiendo la versión propia de su infancia en la ortodoxia analítica. Las ideas básicas del psicoanálisis (Edipo universal, castración, envidia de pene, sexualidad, represión) consideradas al modelo de la ciencia decimonónica como verdades universales y únicas de las que no dio prueba convincente alguna, serían generalizaciones indiscriminadas, invenciones surgidas de la necesidad de Freud de convertirse en un poderoso héroe científico, racionalizando sus miserias y sublimando heroicamente los puntos débiles de su personalidad. Ahí está la "gran tragedia".

Freud no tuvo nunca a "la naturaleza humana" recostada en su diván, pero creyó poder deducir de sus "casos" nada menos que una teoría general sobre la "esencia" del hombre. Pensó que las "verdades del inconsciente" eran los determinantes últimos y absolutos de la naturaleza humana. Habla de un hombre "en sí", sobrepasando con eso el ámbito de observación concreta, explicación causal y objetividad científica, el ámbito presuntamente científico y racional de su propio análisis. El tufo irracionalista que esto desgraciadamente deja se debe, según la española, únicamente a sus innecesarias pretensiones cientificistas. Argumenta ella: los merecimientos del psicoanálisis no son precisamente científicos, ni necesitan serlo; quizá ni siquiera se hubiera planteado esta cuestión eterna a no ser por las pretensiones de Freud, que quiso entretejer todas sus novedosas ideas en un sistema al modelo de las grandes teorías científicas de siglo XIX. No lo necesitaba.

Esa sistematicidad y cientificismo fueron sus taras. No importa si hoy, o mañana, la ciencia neurológica le dé razón, o no. Freud hace un siglo forzó las cosas para que encajaran en su modelo. No se limitó a una descripción de los hechos, intentó dar una explicación causalista de los hechos, un principio teórico único que lo llevara a la fama: el de la sexualidad, olvidando la diversidad de los traumas, la seducción y el contexto social en la histeria y neurosis. Todas las neurosis y angustias tenían una causa sexual, todos los sueños eran satisfacción de un deseo reprimido

Agrega Reguera: los planteamientos que hace Freud atraen, no predicen; convencen, no demuestran; ofrecen motivos, no causas. En ese sentido son estéticos, en general, y no científicos. La doctrina de Freud no sería, entonces, una teoría científica, sino una especulación brillante, genial y atractiva por el poder de seducción de sus imágenes misteriosas, subterráneas, oscuras, dramáticas, en las que el analizado se siente como un personaje de la tragedia antigua, predeterminado por los hados desde su nacimiento y siempre en sus manos contradictorias y absurdas. O sea, una película que te cuentan.

Y ahora, la española se pone en abogado defensor: Pero no hace mucha falta la ciencia al psicoanálisis si, a pesar de toda su estética (o precisamente por su estética), orienta de algún modo en la oscuridad del psiquismo, y cura, sobre todo, algunas de sus patologías. Si es que cura. Y si no cura, por lo menos abrió perspectivas de análisis del ser humano, inusitadas hace un siglo; y con un espíritu liberador, antimetafísico, antirreligioso y antiidealista, espíritu que, a pesar de su tendencia a la especulación, Freud, desde sus estudios con Brücke y sus contactos con el darwinismo, mantuvo toda su vida.

Ya el supuesto fundamental de su primera y más grande obra, La interpretación de los sueños (1900), que el considerado sin-sentido puede ser sentido inconsciente, posibilita una ampliación radical de la experiencia sobre el ser humano. Y si en éste comprueba Freud el primado de lo inconsciente e irracional sobre lo racional, del impulso sobre el espíritu, si, en un nuevo giro copernicano, percibe que el hombre no sólo no ocupa el centro del universo sino que ni siquiera es dueño de sí mismo y de su propia conciencia, es algo que constata sin ilusión alguna.

De modo que, a pesar de todo, Freud no fue el profeta del irracionalismo, sus teorías pueden interpretarse como semántica profunda de la racionalidad y a él mismo puede ser visto como un ilustrado autocrítico. Una vez dijo que la razón no es más que una lucecita, y agregó: ¡pero maldito el que la apague!). Hay que reconocer la grandeza de Freud por el hecho, sobre todo, de haber iluminado fuerzas oscuras que limitan los poderes de la razón. Pero eso fue también un gran acto de ilustración. Mediante ese acto, nos dice la española, él liberó al siglo XX de la opresión e hipocresía victorianas, puso al descubierto los efectos patológicos de la represión sexual, la sexualidad infantil, los aspectos oscuros de un yo que hasta ese momento era considerado puro, señor de sí mismo y del mundo.

Inventó herramientas más o menos controlables científicamente para el viaje al interior, viaje que hasta ese momento era nada más que una veleidosa aventura metafísica o romántica. Enseñó que los síntomas neuróticos son representaciones de conflictos emocionales inconscientes. También ideó métodos clínicos por los que los factores ocultos en la etiología de la enfermedad pueden salir a la luz. La comprensión de la cultura, del arte y de la religión cambió también después de Freud... Y, termina la Reguera, Freud se contentaba con poco: con hacer pasar al paciente de "una infelicidad patológica a una infelicidad normal". No es poco, Dr. Sigmund.

Jorge Halperín

Por gentileza de Susana Peña.

3 comentarios:

  1. Muchos. Recuerdo el ultimo, en aguas verdes, cuando cansados con mi novio de ratonear cada vez que nos tocaba salir a comer, decidimos darnos un gusto... pedir lo que "realmente queriamos comer" (intentando no elegir por la columna de precios, y luego mirar que comida es). Elegimos... y... no había ni tarjeta ni débito en el lugar; y ni efectivo en nuestros bolsillos (descuido veraniego).
    Tuvimos que llamar a la camarera, echar el pedido para atras - por seurte nos dimos cuenta bastante temprano -, y contenarnos con unas gaseosas y migas...
    Besos!
    Caro de Pilar

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  2. Muy bueno todo. Espero que pronto "aigan" más comentarios, no queremos que esto decaiga.

    Llevala Ristoro. "La Siesta" debe continuar.

    Cinthya (17) de Morón.

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  3. Hola: lamento contradecir a J.Halperin,pero el programa estaba en el aire,antes de mitre en radio del plata.
    UN MONUMENTO A LOS GERENTES puaj!
    cris45

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